1.06.2011

LA BELLA ITALIA

VIERNES 13 DE AGOSTO DE 2010. Nos levantamos a las 5:00 de la mañana y una hora más tarde salimos dirección al Aeropuerto de L'Altet. El avión de Ryanair sale puntualmente a las 8 y en menos de dos horas aterrizamos en Bologna.

Está nublado y hay charcos en la pista de aterrizaje. Desde el aeropuerto es fácil seguir las indicaciones que nos llevan a la parada del aerobus para ir hasta la estación central de Bolonia. El trayecto en este bus urbano cuesta 5€ y el billete se puede comprar directamente al conductor. Decir que este medio de transporte puede resultar algo incómodo si se va con mucho equipaje. Nosotros no tuvimos problema, sólo llevábamos una maleta de cabina cada uno.

Una vez en la Stazione Centrale di Bologna podemos elegir entre comprar nuestros billetes para ir a Florencia en taquilla o bien en máquinas expendedoras (fast ticket), que están en varios idiomas, español incluido. Cada billete a Firenze S.M.N (santa maría novella) y solo andata (sólo ida) cuesta 24€. El trayecto dura un poco más de 30 minutos. El tren que se coge para llegar a Florencia desde Bologna es el que termina en Napoli Centrale.

Cuando llegamos a Florencia nos sorprende un diluvio impresionante. Los vendedores ambulantes hacen su agosto vendiendo paraguas y nosotros optamos por ir directos a la oficina de turismo de la estación para que nos indique exactamente dónde está nuestro hostel (así nos ahorramos estar bajo la lluvia con la incertidumbre de si iremos por buen camino o no).

Salimos bajo el paraguas enano de Santi y compro uno para mi en una tienda que hay de camino al hostel. Me cuesta 3€ y no resulta ser malo, incluso sobrevive al viaje y ahora mismo lo tengo en casa.

En cuestión de 10 minutos llegamos al B&B Peterson. No se trata de un bed and breakfast, si no de un bed and bed, pues no te ofrecen un desayuno completo. Cada día te dejan en la habitación una cesta con agua, zumo, cápsulas de café, infusiones, tostaditas con mermelada y un bollo. En el hall disponen de un micro, nevera, cafetera y secador de pelo. Lo cierto es que quedé muy satisfecha de mi reserva, pues nos ha salido genial de precio, estamos a un paseo de 15 o 20 minutos del Duomo, tenemos cerca la estación y eso te garantiza tiendas y supermercados... y la habitación está limpia, la decoración es mona, la cama es cómoda y tenemos baño privado.

Es medio día, está lloviendo y yo estoy algo cansada. He llegado a Italia en baja forma, porque el día anterior me lo pasé con algunos mareos, pero no es nada grave y tras comer los bocatas que traíamos desde casa y descansar una horita o así ya estoy preparada para conocer la cuna del Renacimiento.

Ha dejado de llover, son las cuatro de la tarde y hay nubes y claros en el cielo. Vamos hacia la Iglesia de Santa María Novella, que da nombre a la estación. Esta iglesia de estilo gótico se encuentra en una plaza muy tranquila y es el primer contacto de muchos turistas con Florencia. Como parece que llueve de nuevo entramos en la iglesia (4€) y deambulamos contemplando La Trinitá de Masaccio y un retablo de Giotto (la crucifixión).

Acompañados por una ligera llovizna vamos hasta el Duomo y nos quedamos impresionados ante la magnificencia de este conjunto arquitectónico que traza líneas de mármol verde sobre el blanco de sus fachadas. Entrar a la catedral es gratis y casi no hay que hacer cola. Es una catedral muy bella, con una cúpula diseñada por Brunelleschi.

Al salir de la catedral nos sorprenden los primeros rayos de sol, de modo que decidimos callejear hasta la Piazza della Signora, donde nos espera una réplica del David y varias esculturas más que presiden la entrada al ayuntamiento de la ciudad. Desde esta plaza vamos a visitar a un personaje muy conocido de Florencia, el Porcellino, un cerdo por cuya boca abierta cae agua y manda la tradición introducir una moneda en su boca y dejarla caer, de modo que si se cuela por las rendijas de la fuente significará que volverás a esta preciosa ciudad.

Bajo el sol de la Toscana vamos hasta el Ponte Vecchio y al Palazzo Pitti, donde nos sentamos en la amplia plaza inclinada para tomar un refresco.

Entre millones de turistas y contentos porque el sol brilla fuerte, recorremos las calles de Florencia deteniéndonos en los mercadillos de bolsos, chaquetas... todo de piel italiana según rezan las etiquetas y te insisten los vendedores. Nosotros no compramos ninguno de estos productos porque lo cierto es que se suben bastante de precio, a pesar del regateo.

El cansancio se va notando y los florentinos ya buscan dónde cenar, las terrazas están abarrotadas y huele a pizza por todas partes. Nosotros, para ahorrar, optamos por hacer las cenas a base de paninis, pizza al taglio (al corte) y demás comida para llevar y comer en el hotel. Hoy compramos unos paninis de prosciutto e pomodoro (digamos que son unos megabocatas de lacón con tomate, lechuga y queso). El precio de un panini ronda los 3 o 4 euros y generalmente todos están bastante buenos, los hay de pan, de pita y de una masa parecida a la de la pizza.

SÁBADO 14 DE AGOSTO DE 2010

Amanece nublado, pero como el día anterior salió el sol, cogemos los paraguas pero salgo del hotel con pantalón corto y mis cómodas havaianas. Nos dirigimos al Mercato Centrale, donde se venden todo tipo de productos típicos en la zona cubierta y en los alrededores se extiende una gran multitud de puestecillos con ropa, bolsos, chaquetas, etc.

Media hora después de llegar se desata una tormenta monumental. Lluvia, rayos y centellas... sólo faltaba granizo!!. Nos refugiamos en seguida en un claustro de una iglesia cercana (creo que San Lorenzo) y cuando amaina retomamos nuestra ruta hacia un rico y calentito capuccino en la Plaza del Duomo (4€ cada uno). No deja de llover y mis pies están pasados por agua, de modo que desesperada entro al Zara y compro unas bailarinas que por lo menos harán que mis deditos no estén directamente al aire.

Con calzado nuevo (y muy incómodo al cabo de 10 minutos, por cierto) vamos hacia la Santa Croce. Entre unas cosas y otras se nos ha hecho la hora de comer (las 13:00 más o menos), de modo que nos metemos en una trattoria donde una camarera nos atiende perfectamente en español. La comida de hoy consite en un antipasto toscani e crostini (embutidos y una especie de paté) para compartir, una pizza napolitana para Santi y penne al salmone para mí. La cuenta total es de 25 euros. La trattoria se llama Santa Croce Liceo y la comida estaba bastante buena, aunque escuchamos cómo un amigo del propietario le gastaba bromas diciéndole que era un vendido por preparar una pasta que no estaba al dente, es decir, que el señor la preparaba para turistas (más blandita de lo que ellos suelen tomarla).

Con los talones de mis pies en carne viva vamos bajo la lluvia hasta La Academia, donde gracias a tener compradas las entradas desde España (14€ compra con reserva, 10€ compra directa allí en taquilla), nos saltamos una cola impresionante de gente que espera bajo la lluvia y entramos directamente.

Ir a La Academia no es aconsejable si vas a estar poco tiempo en Florencia, porque la colección carece de interés para los que no entendemos demasiado de arte. La mayor parte del museo está dedicado a instrumentos musicales, mientras que lo realmente puede interesarnos es el David y los Esclavos que lo preceden, todo esto obras de Miguel Ángel.

Contemplar el David es impresionante, porque aunque la copia de la Plaza de la Segnora es idéntica, no es lo mismo ver esta escultura en el exterior que dentro de una sala y enmarcado por la estructura de La Academia. También resulta muy graciosos escuchar los alaridos de los guardas gritando "NO FOTO" ante la multitud de turistas que tratan de inmortalizar su visita.

Tras estar un buen rato sentado observando el trasero de David, salimos a la incesante lluvia. El aire acondicionado dentro de la sala era brutal y estamos congelados, empapados y con los pies magullados... un capuccino en una cafetería cercana (3,50€) nos hace recuperar la temperatura, pero mis pies siguen igual de helados y doloridos... hasta que Santi me convence para que me compre unas botas detrás de las que llevo bastante tiempo. Pasamos por delante de una tienda de chaquetas y calzado de piel y veo unas botas muy parecidas a las UGG, entro y me hago con ellas sin pensarlo tras convencer al vendedor de que no necesito una chaqueta de piel de cordero último modelo y que además me venía pequeña (los vendedores italianos pueden llegar a ser realmente pesados... me recuerdan a los vendedores marroquíes del centro de Granada).

Salgo, me calzo mis botas nuevas y dejo de tener frío y dolor... de modo que ya puedo ir donde sea. Callejeamos en busca de una tienda de discos que nos ha parecido ver por la mañana, pero está cerrada, de modo que nos dirigimos a la Galería degli Uffizi, paseamos por el Oltrarno (el otro lado del río), cruzamos el puente de Santa Marguerita, miramos las joyerías del Ponte Vechio y nos entra la risa floja al ver los precio de muchas piezas feísimas y sobre todo al ver cómo los tenderos salen a limpiar el escaparate cuando nos alejamos (no sea cosa que dejemos nuestras huellas de dedos pobres en sus cristales).

Entre una cosa y otra pasa la tarde y llega la hora de cenar. Hoy como ayer, compramos unos paninis y nos retiramos al Peterson..

Domingo 15 de agosto

Amanece soleado y salimos tras un buen chute de café italiano. Nuestro objetivo hoy es subir al Duomo o al Campanile y como el primero cierra los domingos pagamos 6 euros para subir los 414 escalones del Campanile.

El cielo está despejado y de un azul radiante, las nubes parecen pintadas con óleo y se nos nubla la vista de lo cansado que es subir todas esas escaleras. Florencia se ve genial desde allí arriba y la cúpula del Duomo es preciosa. Quizás una de las cosas que más asombra es estar arriba cuando suenan las campanas.. es imposible hablar y la piedras parece vibrar bajo nuestros pies.

Sobre las 11 nos dirigimos a la Santa Croce y al Mercato del Puci, pero como es festivo (día de Nuestra Señora de la Asunción) está cerrado, así que aprovechamos para volver sobre nuestros pasos y elegir un buen sitio donde comer la auténtica bisteca alla fiorentina. Cerca de la Santa Croce , concretamente enfrente del acceso al templo (no en el pórtico principal) hay un sitio llamado Bardovino y tiene terraza, el sitio es bonito, el camarero muy amable y la comida genial. Pedimos una insalata italiana de lechuga, lombarda y mozzarela y para rematar la faena una bisteca fiorentina, que no se puede comer en caso de ser menos de dos personas... porque se trata de un kilo de carne de ternera riquísima!!!... y os preguntaréis que qué vale pegarse un festín de ese tipo en un sitio tan bien ubicado, pues 30 eurazos por cabeza. Lo suyo es viajar y probar la comida del lugar , pero si como nosotros viajáis en plan low cost os recomendamos que comáis barato todos los días y sobre todo por la noche y un día os deis un capricho de este tipo a la hora de comer (hacerlo por la noche puede salir doblemente caro).

Tras el atracón carnívoro entramos en la basílica de la Santa Croce (5€) y nos asombra lo grande que es. Vemos la tumba de Maquiavelo, la de Miguel Ángel y la de Dante, así como el claustro de Brunelleschi y sus frescos, la capilla de los Medici, así como de otras muchas familias nobles de Florencia. El claustro de Brunelleschi es un remanso de paz incluso entre turistas, hace fresquito dentro y es bonito por su sencillez y la luz que entra.

Desde España compramos las entradas para la Galeria degli Uffizi, de modo que salimos de la Santa Croce y nos dirigimos allí. Gracias a llevar la reserva (10€ la entrada más 4€ de reservar) nos saltamos una cola impresionante bajo el sol de la Toscana. Entramos y pasamos más de dos horas entre Boticcellis, Tizianos, Rubens y Giottos. En esta galería podrías pasarte horas y horas, pero si lo que quieres es ir rápido y quedarte con una selección de obras importantes puedes coger un plano del museo y así no te perderás y sabrás qué hay en cada sitio. Nosotros compramos una guía de la galería por 10€ y entramos a cada una de las salas leyendo las explicaciones en la guía de los cuadros que más nos llamaban la atención. Éste es un buen método si no quieres alquilar una audio guía ni ir de acoplado a un grupo organizado de turistas.

La Galeria degli Uffizi es realmente bonit por dentro, sobre todo los tres corredores y las vistas al Ponte Vechio; aunque es una auténtica pena que no se pueda acceder al Corredor de Vassari y otras salas como las de los mapas.

Cuando nos cansamos de cultura salimos y compramos unos mini gelatos que nos comimos en la Piazza della Republica, donde sentados en un rincón descansamos viendo pasar a la multitud... si algo se me ha quedado plasmado de este viaje a Italia son sus plazas, creo que me habré sentado en todas y habré estado mirando a la gente como si fuera una auténtica voyeur.

Tras el descanso decidimos acercarnos a un kiosko y comprar un par de billletes de bus (1,20€/u) para ir con el nº13 hasta la Piazzale Michelangelo, que està sobre una colina y desde donde se divisa toda Florencia. Lo mejor de esta piazza es sentarse en las escalinatas del mirador, comprar una botella de vino y ver atardecer... la pega, que hay tanta gente senatada que ha perdido todo el romanticismo. Pero la experiencia vale la pena y es la forma perfecta de despedirse de Florencia, su luz y sus calles empedradas.

Lunes 16 de agosto

De nuevo amanece despejado. Recogemos nuestro equipaje y dejamos el B&B para dirigirnos a Roma.

En la estación de tren compramos los billetes en una máquina expendedora. El tren sigue siendo el que termina en Napoli Centrale pasando antes por Roma Termini, nuestro destino. Cada billete vale 44€ y el trayecto dura 1h y media, por lo que a Santi le da tiempo a leer la guía de Roma y a mi a escribir en una libreta cada detalle del viaje con un boli robado del B&B.

El trayecto se hace largo a pesar de discurrir en su mayoría por el exterior, entre campos de cultivo, colinas y zonas boscosas. La presión varía mucho y los oídos se taponan en extremo dependiendo de la zona.

A ambos lados del tren sólo vemos montañas verdes y cielo azul, excepto cuando de repente pasamos por túneles largos y muy oscuros.

Me da tiempo a pensar que quizás, algún día, tenga tiempo de recorrer el país en coche.

Tras el viaje llegamos al B&B Termini, que está a tres minutos de la estación. La zona no es especialmente bonita, pero la ubicación es perfecta para usar el metro y muchos buses, sobre todo si se compra la Roma Pass (25€) en cualquier kiosko o Tourist Information, ya que te permite el uso ilimitado de transporte público y el acceso gratuito a dos museos durante tres días, así como descuentos en otros sitios culturales.

El Wrh Termini es un B&B bastante asequible y con buenas instalaciones, nada que ver la decoración con las fotos que vimos en booking, pues lo han reformado y ahora está mucho más acogedor. Desde España reservamos una habitación doble con cama de matrimonio y baño en la habitación, las tres noches nos costaron alrededor de 170€.

El mobiliario del Wrh es de Ikea y la ducha está fuera del baño, por lo que no es recomendable si se va con alguien con quien no tienes confianza. Las paredes son de colores llamativos y están decoradas con vinilos. Es B&B no te ofrece desayuno, si no que cada día te dejan una bandeja con tostadas de bolsa, un pastelito y cápsulas de café para que te lo prepares en la cocina común, que está muy bien equipada con micro, nevera, fuego eléctrico, cafetera, cazos, sartenes y resto de menaje.

Una vez hospedado y con un plano repleto de las recomendaciones del recepcionista del Wrh (un tipo muy majo con el que puedes hablar italiano o inglés) salimos dirección a la Piazza Spagna con la línea A del metro.

Decir que en Roma sólo existen dos líneas de metro (A y B) y las dos se cruzanen Termini. Para moverse por zonas alejadas a las zonas cubiertas por el metro se utilizan los buses o tranvías.

En Piazza Spagna vemos la Scalinata donde hace años acudían los aspirantes a modelo para que los mejores diseñadores italianos los seleccionaran. Es una zona muy concurrida y sobre todo fotografiada, pero para mi gusto no es de las bonitas de Roma.

Es tarde, son más de las 14:00h y en Italia se come antes de esa hora, así que nos metemos en la primera pizzeria que encontamos, pero os digo ya que en Roma hay tanto turista que no hace falta adaptarse a sus horarios y es posible comer y cenar prácticamente a cualquier hora del día. En el restaurante pedimos una ensalada y una pizza margarita (todo 16€).

Con las pilas recargadas reemprendemos nuestra ruta y dejamos de mirar el plano para perdernos, callejear y llegar hasta la Fontana de Trevi, que me sorprende por la multitud de gente que hay y me decepciona porque imaginaba que la plaza en la que se encuentra sería bastante más grande. Hacemos fotos a desconocidos que nos confían sus cámaras, conocemos a unos sevillanos que están de vacaciones también y lanzamos una moneda sobre el hombro y de espaldas a la fuente para que el destino nos permita volver a Roma algún día y bromeamos con lanzar una segunda con el fin de encontrar el amor en Italia, pero preferimos guardarnos esos céntimos para tomar una birra en cualquier bar.

De la Fontana vamos a Piazza della Rotonda donde está el Panteón de Agripa. Tomamos un helado en la heladería más famosa de Roma (no recuerdo en nombre...), bebemos una cerveza en una teraza de la Piazza della Rotonda y entramos al Panteón (gratis), donde nos impresiona el óculo de la bóveda, por donde puede verse caer el agua los días de lluvia. El interior del Panteón es tan inmenso que la multitud parece un grupo escolar.

Seguimos callejeando y compramos especias italiana para hacer pizza en casa. Cada bolsita (4€) es diferente de la que tiene al lado y elegir resulta complicado. La elección que hice creo que no fue muy acertada, la tengo aún apenas sin tocar, porque no me gusta el sabor... así que os aconsejo que no compréis ninguna a no ser que sepáis que os gustará.

Paseando llegamos a Piazza Navona y luego a Piazza di Fiori, prácticamente nos vamos arrastrando,pero ya que estamos cerca aprovechamos y cruzamos el puente que nos llevará a la Isola Tiberina, la isla habitada más pequeña del mundoy que antiguamente tenía fama de ser curativa y se construyó un hospital. De ahí y prácticamente en tres pasos, cruzamos otro puente y llegamos al Trastevere, donde visitamos la Iglesia de Santa Maria del Trastevere, que es la más antigua dedicada a la Virgen María (la entrada a las iglesias es gratuita en Roma, mientras que en Florencia hay que pagar). En el barrio del Trastevere es donde mejor se come de toda Roma y también donde es más barato.

Pasan las horas y cae la noche, de modo que nos quedamos a cenar allí. No nos apetece gastar mucho, de modo que nos apuntamos a tomar un menú turístico en una terraza bastante concurrida. No tenemos esperanza de que la comida esté especialmente buena debido a lo barato que es y a la cantidad de ingleses, alemanes y españoles que hay en otras mesas. Por 10€ cada uno cenamos un a copa de tinto, agua, pan, un gran plato de pasta, ensalada de mozzarela y panacota de postre... salimos sorprendidos porque al final todo resultó estar muy bueno, la pasta estaba realmente al dente y la panacota era casera.

Desde el Trastevere cogemos el bus H que nos deja directamente en Termini. Pasa cada 20 o 25 minutos y siempre va muy lleno de gente, pero es el más directo para llegar al hotel.

Martes 17 de agosto

Nos levantamos a las 7 de la mañana y a las 8 cogemos la línea A dirección la Fermata Ottaviano, que está a dos minutos de la entrada a los museos vaticanos.

Como llevemos la entrada comprada desde España no tenemos que hacer cola (que por cierto es muy larga, se mueve lenta, da la vuelta a la esquina y está plagada de grupos organizados).

Moverse por los Museos Vaticanos es un poco lioso cuando se quieren ver todas las salas, ya que hay planificados y señalizados 4 itinerarios distintos y cada uno se centra en unas determinadas salas olvidándose de otras, de modo que la mayoría de la gente elige una ruta y sólo ve lo que hay indicado. Decir que los cuatro caminos terminan en el mismo sitio, la Capilla Sixtina, y que muchos turistas sólo van a ver eso y se saltan el resto de museos o en el peor de los casos quiere volver atrás para ver las salas que se han dejado y entonces no se lo permiten.

Nosotros compramos una guía de los museos (11€) y seguimos el plano de la misma. Nos deteníamos en las obras resaltadas y nos orientábamos con las flechas de la señalética del museo... al final todo consiste en dar vueltas por un edificio que conecta alas con secciones y subes escaleras y bajas escaleras y entras por puertas para salir por otras... Puede parecer un tostón, pero no lo es en absoluto. Lo ideal es ir con tiempo, con calzado cómodo y temprano... hay que ir preparado para quedarte impresionado por el lujo, la cantidad de obras acumuladas en salas, en corredores, en patios... y sobre todo, hay que dejar los prejuicios fuera, no ver aquello como religión si no como arte y cultura.

Impresiona la inmensa colección de arte que tiene el Vaticano y hace que te preguntes cuántas riquezas más tendrán guardadas bajo llave. Puedes enfadarte, puedes ofenderte... pero no hay nada que puedas hacer para evitar que el Vaticano sea un estado tan rico, de modo que disfruta y ya está.

Una de las zonas que más me gustó fue el Patio Octogonal, donde es posible sentarte en un banco de piedra, junto a la una fuente y sentir la brisa correr.

La escalera de Bramante también es digna de ver, la Pinacoteca cuenta con obras mundialmente conocidas y el Museo Egipcio pasa bastante desapercibido, aunque a todos nos encante mirar de cerca las momias. Las Estancias de Rafael son increíbles, porque aunque sean un par de frescos, todos seremos capaces de reconocerlos sin mirar la guía. La Galería de las Cartas Geográficas se pasa rápido, evitando y adelantado al a multitud, que empieza a agolparse... eso indica que ya estamos cerca de la Capilla Sixtina.

Justo antes de la Capilla sixtina hay una cafetería y los aseos... a estas alturas de la visita ya han pasado de tres a cuatro horas desde que entramos a los museos, de modo que tomamos un cornutto (1,30€) y un cafe fredo (1,20€) y nos soprende que lo sprecios sean tan bajos.

La Capilla Sixtina está abarrotada de gente, pero no es tanto el mogollón como me había imaginado, así que genial. Es emocionante mirar hacia arriba y es más emocionante aún ver cómo los guardias consiguen que nos callemos y se haga el silencio absoluto.

Al cabo de un buen rato terminas con el cuello dolorido de mirar hacia el techo y si estás atento puedes sentarte enlos laterales para estar más cómodo... al final, es el cuello el que te dice "ey, vámonos!".

Es medio día y en la Piazza de San Petro, diseñada por Bernini y considerada la plaza más bella del mundo por su simetría y equilibrio, nos compramos un bocata de pollo y una cerveza (7€), que tomamos sentados a la sombra.

Tras la comida nos dirigimos a la Catedral de San Pedro (gratis). La cola es rápida y resulta gracioso ver cómo hay dos barreras de seguridad: la primera para ver si vas decentemente vestido y la segunda para escanearte el bolso. Los hombres no pueden entrar con pantalón corto ni tirantes y las mujeres ni minifalda, ni pantalón corto, ni tirantes, ni escote. Nosotros no tenemos problema porque ya íbamos "correctamente" vestidos para poder entrar a los Museos Vaticanos.

La Catedral de San Pedro es de entrada gratuita y un punto turístico importante si vamos al Vaticano. Los interiores son tremendamente grandes y podemos ver obras como la Piedad de Miguel Ángel (eso sí, detrás de un cristal de seguridad pq hace unos años un colgado le lanzó pintura roja por encima) y también podemos ver el Baldaquino de Bernini, que precede al altar e incluso llama más la atención que éste mismo.

Con el cansancio resulta inevitable apoyarte en la pared del templo, pero os aconsejo que no hagáis... ya ni recuerdo cuántas veces nos llamaron la atención.

Siendo media tarde salimos de San Pedro y empezamos a caminar hacia el Castel de Sant Angelo por una gran avenida que todo hemos visto en televisión, pues es por ella por donde pasa muchas veces el Papa con su papacar.

El Castelo es una fortaleza bastante fea, pero enfrente hay un puente -no recuerdo su nombre- que es interesante y parece sacado de una película antigua (como tantas muchas cosas más de Italia).

Cruzamos el río Tiber dirección Piazza del Popolo, que está presidida por dos iglesias prácticamente gemelas una junto a otra y separadas por sólo unos metros.

En uno de los laterales de la piazza encontramos unas escaleras que suben hasta un mirador desde donde contemplamos el skyline de Roma. Desde este mirador, que está a la altura de un parque, podríamos hasta Villa Borghese, pero estamos bastante cansados de museos y preferimos pasear por esta zona verde dirección Piazza Spagna (realmente lo que hicimos fue subir las escalinatas -subir una colina- ver Roma desde esa colina y luego bajarla por otra ladera hasta Piazza Spagna, y es que en Roma todo son colinas al igual que en Lisboa).

En la parte superior de la scala de la Piazza Spagna está la Iglesia de la Magdalena y desde allí, en lugar de bajar las scalas, nos dirigimos hasta la parada de metro de Barenini (justo debajo de un hotel que lleva este mismo nombre). Desde esta plaza de Bernini cogemos un bus y volvemos al hotel, donde nos duchamos y preparamos para cenar en el Trastevere.

Se nos hace tarde porque entre las duchas y que perdimos varios buses llegamos más tarde de las 22h al barrio de los restaurantes, pero en la pizzeria The Mirror hay sitio y nos atienden genial, a demás en ese momento tenían una oferta estupenda, 4€ cada pizza, así que pedimos una de anchoa y "noséqué" de calabaza y unos antipasti... todo por 20€. El Trastevere es genial para salir, hay cientos de restaurantes y otros cientos bares de cocteles.

Miércoles 18 de agosto

Hoy nos levantamos algo más tarde y con el Roma Pass, que hemos estado usando durante toda nuestra estancia en Roma, vamos en metro hasta el Colosseo. Es fácil, sobre todo porque hay una parada con ese mismo nombre. Allí, gracias a la tarjeta pass volvemos a entrar bastante más rápido que la gente que ha de comprar entrada normal.

El Coliseo impresiona mucho por fuera y por dentro hay que tener imaginación, porque está bastante derruido. La arena ya no existe y se ven las entrañas de la estructura... en esos pasillos oscuros y fríos es donde encerraban a los esclavos antes de la lucha con leones.

Damos la vuelta al circo romano y nos ponemos en los miradores más cercanos a la antigua arena... miramos hacia arriba y sentimos una milésima parte del vértigo que debían sentir los luchadores al ver el Coliseo con toda su estructura intacta, los toldos en la parte superior y el clamor de los espectadores.

Cuando salimos de allí vamos directamente al Palatino (la entrada es conjunta), pasamos por el Arco de Constantino y entramos a estas ruinas que hace siglos fueron la cuna de la filosofía.

Vemos como el Circus Massimo está hecho una porquería, mal cuidado y con aspecto de solar para aparcar... vemos cómo de un montón de piedras se pede sacar dinero, pero no me malinterpretéis... tanto el Palatino como el Foro tienen zonas que aún son bellas y reconocibles, pero hay muchas otras que dan un poco de vergüenza, porque la mayoría de la gente somos incapaces de apreciar su valor y estamos dando vueltas por allí viendo piedras y sin reconocer ni un ápice de lo que fueron.

El Foro es interesante para pasear (vías empedradas, algunas con sombra y lejos del ruido de coches), pero no es un respiro de turistas. Los grupos de japoneses y alemanes son muuuuy abundantes, mientras que los españoles y los franceses parece que preferimos viajar en grupos pequeños o en pareja y siempre nos perdemos.

Terminando el largo recorrido por el foro y bajo el calor y el sol de la mañana, llegamos a lo que los romanos llaman "la máquina de escribir", un edificio bastante grande cuya arquitectura escalonada nos recuerda a este objeto. Junto a este edificio se encuentra la Columna de Trajano, donde con bajo relieves se narran los diferentes episodios de la guerra en la que participó este emperador.

En Italia se come entre las 12,30 y las 13,30h, a nosotros se nos ha hecho bastante tarde y son casi las dos, de modo que con un bus nos vamos hasta la Piazza de La Boca della Veritá y de allí al ya más que conocido Trastevere, donde cada uno comemos por 10€ una bruschetta de pomodoro (pan tostado con trozos de tomate y aceite), raviolli alla boscaiola (ravioli de queso con guisantes, chorizo y champiñones) y una macedonia de frutas.

Tras el banquete a última hora de cocina,  volvemos a la Boca della Veritá , donde nos negamos en rotundo a hacer una cola larguísima para llegar hasta esa alcantarilla de piedra y tener que dejarle nuestra cámara a un desconocido para que nos haga una foto metiendo la mano en la boca de la piedra... y encima tener que pagarle!!, si por lo menos la foto nos la hiciera con una cámara y la revelara tendría algún sentido, pero es que le tienes que prestar la digital!!! y pagarle!!!!... visto nuestro nivel de ratonería, nos asomamos entre los barrotes que protegen el monumento y le hacemos una foto cuando no hay nadie  posando... es increíble cómo los italianos sacan pelas de lo que sea. Ya me veo al tipo ese de las fotos diciendo a su familia "sí, yo hago fotos a los turistas con sus propias cámaras y ellos me pagan por estar ahí sin nada que demuestre que no soy un caradura que ha llegado temprano a la Boca della Veritá".

A continuación nuestra intención es desplazarnos hasta la Via Apia Antica y entrar en las Catacumbas de San Calisto, pero cierran a las 17:00h y ya son las cuatro y media, de modo que cogemos el metro y volvemos al Vaticano, porque por los alrededores están las tiendas de souvenirs más baratas que hemos visto en Roma. Allí compramos 4 rosarios a 10€ todos y ya tenemos regalos para nuestras religiosas madres. Yendo en busca de una crucecita de plata para la madre de Santi, pasamos por delante de una joyería donde vimos unas alianzas que nos gustaron y tenían un precio estupendo ( a saber si luego serán buenas...), así que entramos y las compramos para nuestra boda. Aunque sean malas, se rayen, doblen o pierdan color, al menos podremos decir que son de Roma, ¿no?.

Con las compras de rigor hechas caminamos de nuevo hasta el Castel de Sant Angelo, donde hay unmercadillo de vinilos, libros, ropa y baratijas. Es un ambiente agradable, porque está junto al río Tiber y hay mucha sombra. También es bonito porque hay un carrusel con música y lucecitas, de modo que todo junto hace una bonita estampa.

En esta mercadillo me siento cerca de media hora a ver cómo Santi olisquea, toca, manoseay mira con ojos de crío cada uno de los vinilos de una caseta... y cuando logro despegarlo de allí (al final no compra nada!!) vamos hacia la Piazza Navona, que a estas horas (19:00) está realmente animada.

Cansados decidimos volver al hotel y comprar algo para cenar más tarde allí, así que cogemos un par de buses hasta Termini y entramos al super (pasta y café para llevarnos a casa un trocito de Italia, cruasanes para el tren de Roma- Bolonia, agua, ensalada para cenar, bocata de polla, sandwich de atún, 2 zumos de pera, 2 yogures naturales y un refresco. Todo 20€).

Jueves 19 de agosto

A as 10:45h cogemos un tren hacia Bologna. Tarde casi 3h en llegar, pasa por Florencia y termina en Milano Centrale. El precio en segunda clase es de 116€ para dos billetes.

Resulta que cuando llegamos a la estación de Bologna, ésta es realmente cutre. No hay punto de información turística, ni planos de la ciudad, ni parada de taxis... nada... y como no tenemos plano no sabemos llegar al hotel.

Preguntamos a un carabinieri y nos explica que el hotel Suites Hotel Elite queda muy lejos y que tenemos que coger un bus (pero no sabe cuál). La oficina de turismo más cercana está en la quinta leche y no es muy lógico arrastrar las maletas hasta allí para conseguir un plano...

Yo me empeño en comprar una guóa de la ciudad en un kiosko y Santi pregunta en las oficinas de ATAC por los buses, donde le dan un plano de los recorridos de cada línea. Al final nos arriesgamos y subimos al 36, que nos deja a 5 minutos del hotel, que realmente no está tan lejos como decía el policía, aunque tampoco podemos decir que fuera céntrico...

El hotel es un sospechoso 4* y digo sospechoso porque hemos reservado una suite superior por menos de 70€. La recpción es bastante moderna, pero cuando subes a las habitaciones te das cuenta de que es todo fachada... Los pasillos oscuros y enmoquetados huelen a licor de Mon Cherie rancio y las señoras de la limpieza son tan silenciosas que dan miedo.

La suite superior es enorme, con un baño super completo: ducha amplia, bañera de hidromasaje... al otro lado de la habitación hay una cocina con fuego eléctrico, fregadero y nevera. El menaje es bastante básico. La cama muy cómoda y amplia, el televisor es de 32'', tiene balcón, un sofá, varios espejos y armarios... Ahora, la cocina huele mal, los cubiertos estánpegajosos, al igual que las puertas de los armarios; en general la suite huele raro, entre  a "llevo mucho tiempo cerrada"y líquido de mopa mojada; la ta pa del inodoro tiene un lado suelto y baila, la rejilla del aire acondicionado está sucia y tiene cosas pegadas... por todo lo demás el hotel está bastante bien, porque entra el desayuno, que no se sirve en el mismo hotel, sino en la cafetería de al lado que se llama A22 y si vas en verano tiene terraza.

Tras alojarnos subimos de nuevo al bus y vamos al centro de Bologna en busca de un lugar donde comer. Nos negamos a entrar en el McDonalds y terminamos en un sitio llamado Pan e Vino di San Danielle, donde pedimos una ensalada y dos platos de patatas con queso y prosciutto (jamón), más las bebidas... todo 25€.

Pasamos la tarde callejeano de plaza en plaza, visitamos la universidad(la primera que se creó en Italia), tomamos un helado... y decidimos que Bolognia es bonita y accesible camnando, hay muchas tiendas y suelen agruparse por sectores. En las calles estrechas alrededor de la Piazza Maggiore vimos muchas fruterías, en las galerías cubiertas cerca de Piazza Cavour están las marcas más caras. También vimos muchas librerías interesantes con cafetería en su interior.

Cuando los pies no daba más de sí entramos a un SuperCoop y compramos la cena para la noche: ensalada de arroz y sandwich de atún.

Volvemos al hotel y me meto en el hidromasaje de la bañera.

Viernes 20 de agosto

Nos levantamos a las 7:00h y tras la ducha y la pelea por meter todo en la maleta vamos a desayunar al A22. Es un buffete libre y no está mal, aunque no le pega mucho a un supuesto 4*.

Recogemos las maletas y pedimos un taxi en recepción. Nos han dicho que desde esta distancia vale lo mismo que el bus, así que preferimos lo cómodo. (taxi 12€ y bus 10€)

Desde aquí volvemos a Alicante con el FR5595 y dejamos atrás una semana en tierras toscanas.



















































































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