12.03.2009

ESCONDIDA EN BÉLGICA (si te lo lees entero serás mi héroe)

La semana pasada tuve la oportunidad de visitar un país que la gente no suele tener al principio de su lista cuando de países turísticos se trata, aunque os aseguro que Bélgica es mucho más que Brujas y os prometo que Bruselas es mucho más que el centro de la política europea. Sí, Bélgica fue mi destino de cuatro días. Allí terminé las vacaciones que me quedaban hasta navidad.

Y si tenéis alguna curiosidad sobre qué visitar, precios, transportes, etc, os invito a seguir leyendo, quién sabe, quizás os sirva de ayuda para organizar vuestra escapada belga.

DÍA 1. 26 DE NOVIEMBRE DEL 2009. Son las 4:30h y suena la alarma de mi móvil, es hora de levantarse e ir al aeropuerto de L'Altet (Alicante), que está a unos veinte minutos de Elche. A nosotros nos llevaron, pero el taxi cuesta 25 eurazos (más que el avión oigan).

Como mi novio y yo somos de querer viajar mucho y gastar poco, decidimos no facturar maleta e ir sólo con el equipaje de mano, que con ryanair supone llevar un único bulto (en mi caso una pequeña maleta de ruedas que cuando se rompa me dará mucha pena, pues me ha acompañado ya a varios viajes interesantes). En verano es fácil llevar en una maleta la ropa de una semana (en París lo hicimos así y ningún problema), pero en invierno el asunto se complica porque los de zonas cálidas somos un poco exagerados y nos llevamos mil jerseis. Yo me mentalicé y sólo metí una camiseta fina de manga larga para cada día y dos jerseis más gorditos (pero nada de esos que pesan cinco kilos!), unos vaqueros y la ropa interior.

En cuanto a los líquidos ya sabéis que no se puede viajar en cabina con envases grandes, de modo que en un neceser de plástico transparente poned lo justo y usad los amenities de los hoteles, que para algo están (desde que viajo sólo con lo justo se me ha pasado la manía de llevármelos de recuerdo).

Y con esto, el abrigo en la mano y el bolso dentro de la maleta, embarcamos y a volaaar.

En cuestión de dos horas aterrizamos en el aeropuerto de Charleroi, que desde la primera vez que fui ha cambiado bastante (a mejor). Es un aeropuerto pequeño y todo está bastante bien indicado, de modo que no tenemos ningún problema para llegar a las taquillas donde comprar el billete "aller-retur" (ida y vuelta) que nos lleva hasta la estación sur de Bruselas (Estación de Midi). El billete ida y vuelta cuesta 22 euros y se tarda casi una hora en cada trayecto, se coge nada más salir del aeropuerto a la derecha.

Todo esto que os cuento es lo que tiene viajar con una lowcost: te dejará lejos de tu destino, los asientos no serán numerados, el avión será pequeño y estrecho, se hará cola para subir y escucharás a los asistentes de vuelo intentar vender cupones, colonias, comida... pero es barato, así que si alguien no quiere viajar así será mejor que vuele con Iberia... digo esto porque constantemente me encuentro gente en la cola del avión que se enfada, critica y se desespera quejándose, incluso en la vuelta escuché a una niña que le decía a su madre:

- mamá, por qué esa gente sube antes? (refiriéndose a los que han pagado la tasa Priority -unos 9 euros por embarcar los primeros-)
Y su madre le decía: - suben antes porque son belgas (toooooma respuesta!! joder, belgas? no! porque han pagado más que tú!!)

En fin, a lo que iba, al llegar a la estación de Midi en Bruselas cogimos un tren desde allí hasta Brujas. Atentos con los trenes para ir a Brujas, que son un poco liosos, pedid al colega de la taquilla que os indique el nombre exacto del tren. Aquí nos pasó algo curioso y es que estando en la estación no encontrábamos ningún punto de información ni de venta, nos cruzamos con otra pareja que iba igual o más perdida que nosotros y vimos que éramos españoles así que imaginad: "hola! españoles! (amigos de toa la vida) vamos a perdernos juntos!" y llegamos a la zona de venta de billetes, cada pareja se coloca en una cola y a nosotros nos dicen, en perfecto inglés, que tenemos que ir al andén número 15. Tonta de mí digo: "hombre, ya que hemos llegado hasta aquí juntos, pues los esperamos y ya hacemos el trayecto con ellos (hasta el andén, eh? que paso de acoples desconocidos por muy españoles que sean... en este caso) y los esperamos, entonces la chavala dice que a ella le han dicho que hay que ir al andén 14 (jejeje... a ver mona, aquí quién habla bien inglés? ah, vale, tú, que tienes el título aquí... ok) total, que le hacemos caso y allá que nos vamos.

Pasa un tren.

Pasan dos.

Pasan tres trenes y el novio de la chavala dice: "es este, nos subimos a este". Pero qué quieres que te diga, yo no soy mucho de ir subiendo a trenes que no sé dónde van... más que nada porque hay que pagar el billete si te equivocas... así que mi novio y yo optamos por decir que no, que nosotros nos esperamos y ellos... hacen lo mismo.

Pasa un tren... uy, parece que los españoles se están separando de nosotros... cada vez están más lejos... y murmuran... y nos miran... y murmuran de nuevo.

Pasa otro tren... están mosqueados porque dicen que era el tren al que no hemos subido...

Bajamos a ver el panel y.... ¡¡¡¡¡¡andén 15!!!!! juas, juas, juas... ellos siguen cabezotas con el 14... y nosotros nos vamos al andén correcto pensando que nunca jamás hay que fiarse de alguien que va tan perdido como tú. Poco después los vemos subir al mismo tren de andén 15.

Al final subimos al primer tren que llega con nombre Knocke- Blanderberger (esto último no hagáis caso, que no me acuerdo del nombre correcto, pero sonaba así, eh?) y en cuestión de una hora estamos en Brujas tras haber pasado Gante. Por cierto a la pareja esa nos la cruzamos por la calle al día siguiente y todos nos hicimos los locos... bueno, ellos se quedaron embobados y concentrados mirando a un tío con una trompeta y a mi me entró la risa floja.

El tren a Brujas desde Bruselas sólo realiza una parada, en Genk o Gent (depende del idioma que prefieras para decir Gante) y la ida y vuelta entre semana cuesta unos 26 euros más o menos, si vas en fin de semana y vuelves el mismo día sólo pagas 9 euros.

Desde la estación de Brujas al Bed and Breakfast (B&B) que teníamos reservado tardamos unos 15 minutos andando (excepto a la vuelta, que Santi "innovó" en la ruta y tardamos casi el doble) y no se hace largo porque, desde que cruzas la avenida de la estación, parece que has entrado en una ciudad de cuento.

El B&B en el que nos alojamos se llama DEN WITTEN LEEUW (el león blanco) y os aseguro que es un sitio precioso, tranquilo, incomparable... La dueña, Anne, es muy amable y atenta, pero en ningún momento nos sentimos agobiados ni observados. Os explico cómo fue el tema: llegamos al B&B a la hora que le habíamos indicado y nos costó un poco identificar el sitio, porque es una puerta normal sin rótulo ni nada que recuerde un hostal o un hotel. Miramos el número y había una pequeña pegatina en la ventana, de modo que decidimos tocar al timbre. Anne nos abrió la puerta y nos habló en un perfecto inglés (que conste que entendí en todo momento lo que decía... otro tema era que yo hablara, pero sé mover la cabeza y las palabras básicas: OK, perfect, yes, no... jejej). Nos enseñó la casa y nos dijo que ella vivía allí con sus hijos, de modo que para los huéspedes tiene reservadas unas zonas y su casa empieza a partir de una puerta de cristal preciosa que entra la salón (por supuesto tiene entrada privada en otra parte de la enorme casa).

Las zonas comunes eran: un salón de desayunos con tres mesas (sólo hay tres habitaciones en el B&B), un salón con chimenea y dos sofás, un porche acristalado con más sofás, estatuas tipo indú, un tragaluz en el techo y en el suelo un viejo pozo tapado con cristal de seguridad para poder pisar encima. De ese porche se pasa al jardín con zona de fumadores y piscina.. todo muy de casa privada, no os imaginéis piscinas de hoteles ni nada así, esto era muy familiar e íntimo.

Tras enseñarnos la casa nos sentamos en el salón y nos estuvo explicando por dónde podíamos pasear, cuáles eran las calles comerciales, los rincones más bonitos de Brujas... un detalle, porque hasta nos dio una guía de la ciudad en español.

Después subió nuestras maletas a la habitación y se aseguró de que nos gustaba y estábamos cómodos. Nos dio las llaves de la puerta principal y la de la habitación, nos preguntó a qué hora queríamos desayunar y se fue.

La habitación era una cucada y muy grande, era un primer piso con dos grandes ventanales con vistas al jardín de la piscina, una cama gigantesca (realmente eran dos camas juntas, pero les había puesto algo en el centro para unirlas y que no nos coláramos), un armario rústico enorme, dos sillones, un aparador con un hervidor de agua y muchos tipos de infusiones... y todos los días nos entraba una botella de agua nueva. El baño también era un lujazo, con dos lavabos, una ventana igual de grande que las de la habitación, una bañera enorme... y las toallas olían de maravilla, esa mujer no debe ganar para suavizante.

En fin, que si vais a Brujas, mirad los precios de este B&B porque nosotros dimos con una oferta interesante, si tenemos en cuenta los precios abusivos de los hoteles en esta ciudad.

Después de dejar las maletas nos cogimos la guía y salimos a perdernos por Brujas y digo perdernos porque perderse es lo mejor que se puede hacer en esta ciudad, así se descubren los mejores rincones.

Como era hora de comer (quizás un poco más tarde porque allí se come entre las 12:30 y las 13:00 más o menos) lo primero que hicimos fue entrar en un restaurante y zamparnos una sopa buenísima de verduras y un estofado de ternera típico de allí (no sé muy bien qué llevaba, pero era de color oscuro, más bien espeso y llevaba ciruelas mezcladas). Con las pilas repuestas nos dirigimos al Markt, la plaza principal de Brujas, donde podemos ver el Belfort, un campanario imponente que seguro os suena si habéis visto la peli "escondidos en Brujas" y de allí fuimos al Burg, la plaza del Ayuntamiento y donde, en un rincón, está la Basílica de la Santa Sangre, una iglesia que por fuera es un poco siniestra debido a lo pequeña que es su fachada, lo recargada que está y la piedra oscura con la que la construyeron. Nosotros no pudimos entrar porque entre semana tienen un horario muy delimitado y corto y siempre se nos pasaba, pero dice que en el interior se puede ver una de las reliquias mas importantes de la Iglesia Católica: unas gotas de la sangre de Cristo (a saber...).

A las cuatro o las cinco empieza a caer la tarde y el frío se nota en nuestros bodies, de modo que decidimos entrar a un café de la plaza Markt con vistas al Belfort y tomar algo caliente (un glüweinn -vino caliente- y un capuccino por los que nos sablan unos 8 eurazos).

Tras el descanso en el café con chimenea, optamos por seguir callejeando, esta ciudad no tiene desperdicio, cada rincón es una foto y al final todo se parece, no sabes si ya has pasado por esa plaza o era otra parecida, pero de todos modos te gusta mirar los techos de las casas, las ventanas de las boardillas y el olor a leña.

Entre unas cosas y otras se fue haciendo de noche, ya eran las seis de la tarde y la gente empezaba a buscar dónde cenar, los establecimientos empezaban a cerrar y nosotros ya nos habíamos recorrido los tres mercadillos navideños que había en el Markt, en Simon Stevin Plein y en la plaza de justo delante de nuestro B&B, Walplein.

Brujas es mucho más activa los fines de semana, ya que los turistas suelen ir esos días, mientras que en verano es imposible hacer una foto sin que salga gente,porque es un destino muy querido entre los centroeuropeos. Nosotros tuvimos la oportunidad de ver la Brujas más auténtica quizás. Pasear por calles desiertas escuchando el eco de nuestros propios pasos y ver las ventanas iluminadas con la gente dentro de sus casas es algo difícil de olvidar... igual que la frustración de querer tomarte una cerveza a las siete y que te digan que van a cerrar!!. Brujas es el destino perfecto para dos días en invierno.

Con las calles vacías y tras entrar en la Fnac de turno para comprar un cd de un grupo belga que conocíamos, dimos con un pub irlandés muy cerca del Burg, que aún estaba abierto. Nos tomamos media pinta de guinnes (santi probó una cerveza que a mi no me gustó demasiado, sabía a sidra malteada), hicimos un poco de hambre y fuimos a cenar al mercado navideño del Markt, donde nos comimos una türinger mientras mirábamos a una niña belga patinar en la pista de hielo instalada en la misma plaza. Decir también que poco después llegaron un par de tios muy graciosos que no sabían patinar, uno de ellos iba en plan tanque arrasando con lo que pillaba por delante y chocando contra las barreras porque no sabía frenar,mientras que el segundo se quedaba detenido en el centro de la pista dando vueltas sobre sí mismo por inercia y sin saber avanzar... sí eran españoles y sí, sus novias se descojonaban mientras la niña belga hacía piruetas al rededor de los machos ibéricos sobre hielo.

Finalmente y destrozados por el viaje y las caminatas del día decidimos ir al B&B a darnos una merecida ducha caliente y dormir como troncos hasta el día siguiente.

DÍA 2. Son las ocho y media, el sol entra a través de las cortinas, que por muy gruesas que sean siempre dejan pasar la luz por alguna ranura... estos centroeuropeos que no saben lo que son las persianas... no importa, porque ayer le dijimos a Anne que desayunaríamos a las nueve, de modo que nos preparamos y bajamos al salón de desayunos.

Nada más entrar nos llama la atención que el resto de huéspedes son gente bastante mayor... lo cierto es que yo estoy más cómoda con ellos, porque no siente ninguna curiosidad por nosotros y, mientras seamos correctos, no van a acordarse ni de nuestra cara, mientras que en un hostal de backpackers siempre suele haber gente "simpática" y a mi la gente "simpática" me da un poco de grima cuando viajo... prefiero ir a mi aire.

El desayuno es una maravilla, café muy bueno, pan de diferentes tipos (los dos días comí uno con pasas que era una delicia), jamón york, queso, jamón serrano, cruasanes, fruta, yogurt con frutas cortadas por la propia Anne... y lo mejor es que cuando estabas en la mesa, Anne te traía una jarra con zumo de naranja recién exprimido y te preguntaba si querías huevos revueltos o tortilla (nosotros no pedimos nunca, porque ya teníamos suficiente con las mantequillas y las mermeladas, como para añadir un nuevo elemento a nuestro desayuno).

Tras el atracón (nunca mejor dicho) caminamos hacia el Begijnohf, una especie de claustro que abre sus puertas al amanecer y cierra cuando se hace de noche. En ese momento no entramos (lo haríamos por la tarde), pero es un sitio muy tranquilo y silencioso cercano al Minnewaterpark, que es donde nos fuimos directos. El Minnewater es el llamado "lago del amor" (qué cursi, eh?) y las fotos que se pueden hacer desde el puente son impresionantes, parecen postales y si el día es bueno, como nos sucedió a nosotros, el cielo parece sacado de un cuadro flamenco (nunca mejor dicho).

Atravesamos el Minnewater y nos dirigimos al Belfort, como el día está claro queremos subir a lo alto. Tras pagar 8 euros y subir los 366 escalones, los cuales se van haciendo más y más estrechos conforme se asciende, pudimos contemplar la enorme campana y el mecanismo con el que se componen las melodías que suenan desde la torre.

Bajamos del Belfort y empieza a nublarse, pero nada puede romper la magia que hay en Brujas. Es viernes y hay algo más de gente que ayer, pero aún así los turistas no resultamos un incordio y podemos mezclarnos con la gente del lugar. Anne nos ha dicho que podemos llegar hasta unos molinos que hay al norte de la ciudad (creo que eso es el norte...) si caminamos una media hora, de modo que allá vamos... callejeamos, cruzamos varios canales (ahora sé porqué Brujas es conocida también como la Venecia del norte) y seguimos por el paseo Langerei, donde entramos a un Carrefour express a comprar cuchillas de afeitar (sí, Santi quiere ir mono... como los belgas son tal altos y hay algunos tan guapos parece que se siente demasiado "españolo"... jejeje...a mi me pasa lo mismo). En el Carrefour nos encontramos con unos chavales que están comprando vodka y redbull, por lo que entendemos van a hacer botellón en algún sitio... ¡vaya horario! ¡sólo son las 12! aunque si pensamos que se encierran en casa a partir de las 6 o las 7... no me extraña que beban!!!! (es broma, eh? supongo que tienen ocio igual que nosotros, pero es evidente que ahora comprendo un poco mejor porqué se vuelven tan locos cuando vienen a España).

Media hora después y tras pasar por delante de la iglesia de San Gil me doy cuenta de que nos hemos pasado los molinos y tenemos que retroceder, pero empieza a llover y llover y llover... ummmm... parece que tardará en parar... de modo que nos metemos en la primera cafetería que pillamos y nos tomamos un té (o una cerveza como quien dice), cuando estamos secos, entramos en calor y deja de diluviar salimos a la calle y ya no tenemos ganas de ver los molinos. Es hora de comer y nuestro estómago se ha acostumbrado muy pronto al nuevo horario, así que ya los veremos cuando volvamos (porque algún día volveremos en verano para comparar ambientes).

Justo detrás del Markt hay una pequeña plaza donde desemboca Geldmuntstr, sitio donde comimos por el mismo precio que el día anterior (unos 20 euros), aunque la calidad del menú era algo inferior (es lo que tiene estar en el centro de Brujas y no en una calle escondida como el primer día). Yo volví a pedir una sopa, porque están bastante buenas y ayudan a entrar en calor, de segundo pedimos lo típico: mejillones cocinados al natural (con cebolla, apio...) y patatas fritas. En Bélgica los mejillones son más pequeños que aquí, pero he de reconocer que son sabrosos y cocinados al natural están buenísimos; en cuanto a las patatas fritas... bueno... en los restaurantes son las típicas congelada, pero en Bruselas están de miedo si las compras en un puesto callejero. Por cierto, para beber pedimos vino y de postre una mousse de chocolate.

Después de comer ya podéis imaginar qué hicimos... seguir caminando. Estuvimos a punto de entrar en el Museo Dalí, pero nos dio un noséqué el pagar 8 euros por ver una pequeña parte de lo que se puede encontrar en España, de modo que lo dejamos. Fuimos de tiendas, entramos al ayuntamiento... y volvió a llover un poco fuerte, de modo que ya sabéis lo que tocaba... síp, tomar algo en un lugar calentito. Nos metimos en un sitio que se llama Caramelo y nos pedimos un panqueque mikado (eso es el crêpe natural con una tacita de chocolate caliente y otra con helado de vainilla) y un chocolate caliente, pero no os imaginéis el chocolate espeso como el de aquí, allí el hot chocolate es más bien un cola cao cargadito como los de toda la vida... una pena que no sepan hacer chocolate a la taza.

Cuando dejó de llover decidimos acercarnos a la Basílica de la Santa Sangre, pero estaba cerrada, al igual que la Iglesia en la que se guarda una madonna de Miguel Ángel... nos indignamos un poco porque es temprano aún, pero por lo visto las iglesias cierran en invierno y entre semana cierran sobre las 4 de la tarde... no estoy segura, pero estaba cerrado.

Caminando llegamos hasta el Hospital de San Juan (un museo donde en un antiguo hospital donde aún se conservan las salas con el mismo mobiliario y una farmacia), pero la entrada es un pelín cara, ha dejado de llover y preferimos seguir disfrutando de la ciudad en lugar de en un sitio cerrado. De allí llegamos a Het Stoofstraatje, que está muy cerca de nuestro B&B; se trata de una calle donde residen numerosos artistas de cerámica y encaje.

Entre unas cosas y otras oscurece por completo, son las seis y media y estamos algo cansados. Mapa en mano y justo al lado de nuestro B&B descubrimos que la fábrica de cerveza (muy pequeña, por cierto, pues apenas llama la atención) aún está en funcionamiento y tiene una de las cervecerías más antigua de Brujas The Halvemann o algo así... de modo que allá nos vamos, pero madición!!! hay un cartel de Gesloten - closed - fermer - cerrado!!!! Santi ignora el cartel, lo aparta y entra, pero llega hasta otro cartel donde pone bien claro que la cervecería cierra a las seis de la tarde... ahora sí que afirmo que si yo fuera de Brujas y viniera a España, me fliparía ver cómo el bar de cualquier barrio cierra más tarde de las diez de la noche.

Con un poco de mal sabor de boca y sin comprender cómo un pub cierra a media tarde, nos vamos a otra cervecería más moderna cerca de la plaza Markt, pero imaginad nuestra cara cuando llegamos, nos sentamos y al rato, al ver que no nos atienden, pedimos en barra y nos dicen que cierra a las seis y media!!!... un par de días más en ese plan y me hago alcohólica (a base de botellón en el hotel).

Viendo que nadie quiere darnos de beber y no nos apetece ir de restaurante, optamos por comprar unas hamburguesas del Quick e ir al B&B... al fin y al cabo el frío ha calado en los huesos, las calles están vacías, huele a cena en todas partes y ya es tardíiiiiisimo (jejeje), pues son las ocho de la medianoche.

DÍA 3. Despertamos más descansados que ayer. Desayunamos todo lo que Anne nos ofrece y dejamos el B&B. Está empezando a llover y Santi se encarga de guiarnos hasta la estación de trenes... a mi no me suenan las calles por las que calles por las que vamos... eso de ahí delante es la estación de buses... vaya... Santi se ha equivocado de camino y me enfado, lo reconozco, está lloviendo más y hay que desviarse por una avenida durante laaaaargos minutos, con el aire de frente, el paraguas y la maleta en mano... mujeres del mundo haced caso de vuestro instinto, nosotras sabemos interpretar un plano y reconocemos cuándo nos perdemos, los hombres tienen un extraño orgullo... será el recuerdo de cuando ellos se dedicaban a la caza y nosotras a la recolección, yo qué sé (sí caballeros os estoy metiendo a todos en el mismo saco!!! ;P)

Una vez en la estación de tren es fácil saber cuál coger, sólo hay que leer las pantallas. El trayecto a Bruselas dura casi una hora. Al llegar de nuevo a la Estación de Midi nos dirigimos a la boca del metro y sacamos un billete simple (1,20€) para ir hasta la parada Louiza/ Louisa y de allí caminando tres minutos llegamos a nuestro hotel: NH Stephanie, de cuatro estrellas y un precio formidable.

En el NH hablan español a la perfección, nos dan una habitación en el tercer piso y subimos a dejar las maletas. La habitación es de tamaño mediano, con un baño minúsculo pero completo (la puerta es de cristal con vinilo esmerilado de modo que no vayáis acompañados si no tenéis cierta confianza); también hay un ventanal enorme, calefacción regulable, escritorio, amenities (una caja de smint, un gel para lavarnos las manos en seco, etc), hervidor de agua (eso sí con sorpresa dentro: agua con motitas de polvo flotando... agh), dos camas juntas (esta vez sin nada para unirlas, de modo que cada uno en su lado y ningún problema), una tv arcaica pero con mogollón de canales, decoración elegante... y, como sorpresa añadida, mi compañera de trabajo Esther está hospedada en la primera planta!!!!!!

No penséis que fue una sorpresa real. Unas semanas antes de irnos de viaje me dijo que se había sacado unos billetes para visitar Bruselas un fin de semana y vimos que coincidíamos en la ciudad (os lo prometo), así que quedamos allí.

Desde mi habitación la llamé y quedamos en el hall del hotel. En Bruselas había salido el sol (no, no es una metáfora), de modo que decidimos ir caminado hasta el centro.

El NH Stephanie está a unos 30 minutos de la Grand Place, está en la zona de negocios de la ciudad, nuy cerca de la Avda Louise. Paseando pasamos por la plaza del pequño Sablo y la del Grand Sablon, nos compramos unas patatas fritas con mayonesa y llegamos hasta las galerías Hubert (una calle techada con tiendas terriblemente caras), desde ellas accedimos a la calle Bouchers, entramos en el callejón dónde está la Jeanneken piss, nos hicimos la foto de rigor (en cuclillas como ella) y de allí a la Bolsa, donde compramos un vino caliente de uno del os puestos del mercado navideño y nos lo acabamos bebiendo en la Grand Place mientras mirábamos cómo una novia llegaba al ayuntamiento para casarse (por cierto que hicimos varios posados detrás de ella, así que saldremos en su reportaje de bodas, jejeje).

Esther descubrió lo bueno que esta el glüweinn (su chaqueta también), tras esto nos atrevimos con un gofre, que compramos en la gofrería que hay cerca del Manneken pis y tocamos una escultura que dicen atrae la fortuna (a saber... por cierto que la manchamos de chocolate del gofre)... con todo esto se nos pasó la hora d la comida y sólo habíamos guarreado. Como necesitábamos algo líquido para digerir el gofre terminamos en la Mort Subite tomando una cerveza (probé la Maes, que es una bastante barata por cierto ye está muy suave). De allí nos dirigimos a la Catedral de St Michel et St Gudule, en la cual ya habíamos estado Santi y yo , pero como la recordábamos bonita llevamos a Esther. Esta vez la calefacción no estaba puesta (una pena, porque sale de unas rejillas del suelo y es una gozada ponerte encima), pero sí habían puesto ya la exposición de belenes del mundo.

Al salir de allí seguimos caminando y tengo un vacío en mi mente, porque ya sólo recuerdo que terminamos de nuevo en el Sablón, era de noche y caminábamos guiados por las luces de la calle, descubrimos unas ruinas como de un palacete y un jardín privado de una casa increíblemente lujosa, recuerdo que en esa zona de Bruselas los pasos depeatones estaban señalizados con unas líneas de luz fluorescente azul, que nos pusimos de pie sobre ellas y tenemos fotos como haciendo equilibrios... recuerdo ir tras una pareja de adolescentes que se estaban enrollando sobre un banco y cortarles el rollo... pero no os puedo decir dónde sucedió, porque no sabría volver a ese barrio... una pena diría yo.

Caminando, caminando pasamos por delante del museo de arte moderno, que está en la Place Royale (el centro de la parte alta de Bruselas) y desde allí volvemos a bajar hacia la Grand Place. Si alguna vez vais a Bruselas no os perdáis las vistas de la ciudad desde la Place Royale, sobre todo una vez cae la noche y los jardines se iluminan.

Una vez en la parte baja de la ciudad entramos a las Hubert de nuevo, donde hay un stand regalando globos amarillos promocionando nada más y nada menos que Alicante. Dentro de las galerías nos sentamos en una café para descansar un poco, ya que después nos iríamos directos a buscar un sitio donde cenar.

Como no podía ser de otro modo, terminamos en un restaurante de la calle Bouchers y como no tenemos hambre pedimos una olla de mejillones al natural con patatas fritas y ensalada para compartir. La cena transcurre entre broma y broma y miradas del camarero gilipollas que nos mira mal por haber pedido tan poco pero, sinceramente, nos da bastante igual. Al final no recuerdo bien a cuánto salió la cena, pero creo que a unos diez euros por cabeza.

No es muy tarde, las diez quizás, pero estamos cansados de tanto caminar y mañana hay que seguir turisteando, de modo que subimos al metro y volvemos al hotel.

DÍA 4. Hoy nos levantamos para ir a Gante, pero antes desayunamos en el bufete del hotel... la comida no es tan buena como la de Anne, pero es inevitable querer probar un poco de cada cosa, aunque ya os adelanto que el café está malísimo y el zumo que parece de piña es de pomelo en realidad.

Volvemos a nuestra querida estación de Midi y como ya sabemos el sistema de los trenes nos ubicamos en seguida. Esther, Santi y yo subimos al mimo tren, nosotros bajamos en la primera parada, Gante, a los 25 minutos más o menos y Esther sigue hasta Brujas. Hoy toca separarnos.

No describiré mucho sobre el día de hoy porque resultó un poco decepcionante... Gante estaba en obras al 100% y los edificios estaban llenos de andamios. Pero vayamos por partes, en primer lugar os diré que la estación de tren de Gante está bastante alejada del centro, de modo que lo mejor es coger un tram hasta el Palacio de Justicia. Los billetes podéis comprarlos en unas máquinas que hay al salir de la estación a la derecha o bien en el mismo lugar donde se sube al tram del Palais de Justice e incluso en el propio tranvía. La parada del tram que os llevará al centro de Gante está ala izquierda al salir de la estación, justo debajo de un puente o una especie de túnel.

El tram nos dejó cerca de Koophandels Plein y de allí caminamos hacia Koren Markt (que estaba en obras), vimos la Iglesia de San Nicolás, cruzamos la Emile Braunplein (en obras también), vimos el Campanario Municipal (Belfort) y la Sint Baafs Plein (esta ya estaba arreglada) desde donde fotografiamos la famosa Catedrás de San Bavón, a la que entramos (es gratis, por cierto) con la esperanza de pagar 3 euros y ver La Adoración del Cordero Místico de Jan Van Eyck, pero maldita nuestra etampa que estaba cerrado y nos conformamos con una réplica que había en una de las capillas.

Con todo se nos hizo la hora de comer, entramos a una franquicia de comida sana o algo así. Tomamos sopa y ensalada de tabulé. Después seguimos paseando. El días estaba nublado, pero no se atrevía a llover. Una vez que pasamos la zona de las obras vimos que Gante debe ser una ciudad muy animada en verano, pues es universitaria y está a medio camino entre la belleza de Brujas y el ambiente de Bruselas. La pega a parte de las obras es que era domingo.

Lo más bonito de Gante quizás sea el Graslei y el Korenlei, las dos laderas del río que antaño hacían del muelle de las hiervas y el muelle del trigo. Desde ambos muelles podemos ver las típicas casitas belgas, con sus colores rojizos y sus fachadas estrechas que acaban en pirámide.

De allí nos fuimos al Gravensteen, el castillo de los Condes de Flandes, que desde su construcción en 1180 ha tenido múltiples usos, desde militares a casa de la moneda, prisión, etc.

El resto de la tarde la pasamos caminando por la ciudad y cuando los pies no aguantaban más nos arrastramos hasta la estación de nuevo. Cuando llegamos a Bruselas fuimos directos al hotel, descansamos un rato y nos fuimos a despedirnos de la Grand Place. Para mí, esta plaza siempre representará Bélgica, desde el primer viaje que hicimos con Yoli, Guille y Nuria.

Le decimos hasta pronto al niño meón, compramos unos chocolates para nuestros familiares y olemos por última vez (de momento) todos los aromas de la calle bouchers... es así, entre una cosa y otra como llegamos a una pequeña joya de la que habíamos oído hablar pero no sabíamos encontrar...

En un estrecho callejón, con un jardín al final y un cartel entre antiguo y pintoresco, llegamos a una puerta de una cervecería llamada Royal Theater Toone. Resulta ser un viejo teatro con dos puertas discretas, al acceder ves que hay varias estancias y el ambiente es variado. Hay turistas, pero se mezclan con los nativos. Nosotros nos sentamos en la zona que antes era teatro de títeres, en un extremo de la pequeña habitación hay un escenario para marionetas y en la pared de enfrente unas viajas gradas de madera donde se sentaba el público. Del techo cuelgan muñecos caracterizados de los Reyes Católicos (Bélgica antes estaba bajo dominio español y a los niños, en lugar de asustarlos con "el coco", les decías "nene, cómete la sopa que vienenlos Reyes Católicos".

Santi no quiere irse de Bélgica sin probar la cerveza Kwak (dicen que la tradición es entregar un zapato al camarero como garantía de que vas a beberte y pagar esta cerveza, ya que la sirven en una copa algo peculiar) y yo, que aunque no lo parezca soy más de vino que de cerveza, pido un vino tinto.

Por último y visto que Esther no cenará con nosotros (Brujas la ha agotado), nos vamos ala Bolsa y pedimos una Türinger, volvemos al hotel y madrugamos para coger el bus que nos llevará de nuevo a Charleroi y de allí a casa. Parece que ha pasado una eternidad desde que nos marchamos y sólo hemos estado en Bélgica cuatro días, pues aunque allí los días sean más cortos y las noches más largas os puedo asegurar que un sólo día de los que hemos vivido vale por dos.

Si has logrado llegar hasta aquí y comprender tooooodo loque he escrito te felicito, eres mi héroe(ina). Lamento haberme enrollado tantísimo, pero ya sabes que este tipo de cosas siempre se escriben más para una misma que para el resto de la humanidad. Disculpa las faltas de ortografía, gramática... disculpa las frases o los párrafos incomprensibles y no hagas mucho caso de cómo están escritas todas las palabras en inglés, alemán, francés, flamenco...

En fin, ahora estoy sentada frente mi imac, este fin de semana está siendo tranquilo, pero ya hay algo que se está volviendo a despertar dentro de mí.. será el gusanillo de ver cosas, de ver gente, de escuchar, oler y tocar más allá de una ciudad que ya me sé de memoria. El mundo es muy grande y yo soy tan pequeña, que cruzo los dedos para poder seguir teniendo oportunidad de conocer otros países.

Gracias por llegar hasta aquí, pero aún nos queda mucho camino!!!!